Category: Para pensar


Érase una vez una hermosa princesa llamada Momo, que vestía de seda y terciopelo y vivía muy por encima del mundo, sobre la cima de una montaña, cubierta de nieve, en un castillo de cristal. Tenía todo lo que se puede desear, no comía más que los manjares más finos y no bebía más que el vino más dulce. Dormía sobre almohadas de seda y se sentaba en sillas de marfil. Lo tenía todo, pero estaba completamente sola.

Todo lo que la rodeaba, la servidumbre, las camareras, gatos, perros y pájaros e incluso las flores, todo, no eran más que reflejos de un espejo. Porque resulta que la princesa Momo tenía un espejo mágico grande, redondo y de la más pura plata. Lo enviaba cada día y cada noche por todo el mundo. Y el gran espejo flotaba sobre países y mares, sobre ciudades y campos. La gente que lo veía no se sorprendía, sino que decía: «Es la luna»

Y cada vez que el espejo volvía, ponía delante de la princesa todos los reflejos que había recogido durante su viaje. Los había bonitos y feos, interesantes y aburridos, según como salía. La princesa escogía los que le gustaban, mientras que los otros los tiraba simplemente a un arroyo. Y los reflejos liberados volvían a sus dueños, a través del agua, mucho más de prisa de lo que te imaginas. A eso se debe que veas tu propia imagen reflejada cuando te inclinas sobre un pozo o un charco de agua.

A todo esto he olvidado decir que la princesa Momo era inmortal. Porque nunca se había mirado a sí misma en el espejo mágico. Porque quien veía en él su propia imagen, se volvía, por ello, mortal. Eso lo sabía muy bien la princesa Momo, y por lo tanto no lo hacía. De ese modo vivía con todas sus imágenes, jugaba con ellas y estaba bastante contenta. Pero un día, el espejo mágico le trajo una imagen que le interesó más que todas las otras. Era la imagen de un joven príncipe. Cuando lo hubo visto le entró tal nostalgia, que quería llegar hasta él como fuera. Pero, ¿cómo? No sabía dónde vivía, ni quién era, no sabía ni siquiera cómo se llamaba. Seguir leyendo

Clavos que dejan huella

Esta es la historia de un muchachito que tenia muy mal caracter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, deberia clavar un clavo detras de la puerta.

El primer dia, el muchacho clavo 37 clavos detras de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que el aprendia a controlar su genio,clavaba cada vez menos clavos detras de la puerta.

Un día descubrio que era mas facil controlar su genio que clavar clavos detras de la puerta. Llego el dia en que pudo controlar su caracter durante todo el dia.

Despues de informar a su padre, este le sugirio que retirara un clavo cada dia que lograra controlar su caracter. Seguir leyendo

Un pueblo llamado Lilo

En un pueblo sin nombre vivían cinco familias. Por eso todos se conocían y se querian mucho. Todas las familias tenían hijos, de tres, cuatro y cinco años. En las tardes estos niños se juntaban en el parque. Jugaban a las escondidas, a las carreras, a la pelota, y muchas cosas más. Pero tenían un juego que era su preferido, se llamaba «Las adivinanzas». Las adivinanzas eran muy divertidas para ellos, uno de los niños debía pensar en un objeto que estuviera en el parque y los demás deberían adivinar de qué se trataba, tenían que hacer preguntas sobre la palabra misteriosa para tener mas ayuda.
Gustavo, uno de los niños, pensó en la palabra «árbol», los demas niños preguntaban :

-¿es alto?, ¿es duro?, ¿es liviano?, ¿es de color rojo?. . Seguir leyendo

el anillo del Rey

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:

– Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.

Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total. Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.
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La piedra

LA PIEDRA

El distraído tropezó con ella.
El violento la utilizó como proyectil.
El emprendedor, construyó con ella.
El campesino, cansado, la utilizó de asiento.
Para los niños, fue un juguete.
Drummond la poetizó.
David, mató a Goliat.
Y Miguel Angel le sacó la más bella escultura.

En todos estos casos, la diferencia no estuvo en la piedra ¡sino en el hombre!.

No existe «piedra» en tu camino que no puedas aprovechar para tu propio crecimiento.

DESCONOCIDO

Un noble inmensamente rico decidió un buen día que debía contar entre su séquito con un rapsoda que compusiera y cantara himnos y alabanzas a su persona. Para ello, mandó contratar al mejor juglar que hubiera en todo el mundo. De regreso, los enviados contaron que, en efecto, habían hallado al mejor rapsoda del mundo, pero que éste era un hombre muy independiente que se negaba a trabajar para nadie. Pero el noble no se dio por satisfecho y decidió ir él mismo en su búsqueda.
Cuando llegó a su presencia, observó que el juglar, además de ser muy independiente, se encontraba en una situación de franca necesidad.

-Te ofrezco una bolsa llena de oro si consientes en servirme -le tentó el rico.
-Eso para ti es una limosna y yo no trabajo por limosnas -contestó el rapsoda.
-¿Y si te ofreciera el diez por ciento de mi fortuna?
-Eso sería una desproposición muy injusta, y yo no podría servir a nadie en esas condiciones de desigualdad.
El noble rico insistió:
-¿Y si te diera la mitad de mi fortuna accederías a servirme?
-Estando en igualdad de condiciones no tendría motivo para servirte.
-¿Y si te diera toda mi fortuna?
-Si yo tuviera todo ese dinero, no tendría ninguna necesidad de servir a nadie.

Cuentan que había una vez un rey muy apuesto que estaba buscando esposa…

Por su palacio pasaron todas las mujeres mas hermosas del reino y de otros mas lejanos; muchas le ofrecían además de su belleza y encantos muchas riquezas, pero ninguna lo satisfacía tanto como para convertirse en su reina.

Cierto día llego una mendiga al palacio de este rey y con mucha lucha consiguió una audiencia.

– No tengo nada material que ofrecerte; solo puedo darte el gran amor que siento por ti” le dijo al rey: “si me permites puedo hacer algo para demostrarte ese amor.

Esto despertó la curiosidad del rey, quien le pidió que dijera que seria eso que podía hacer.

– Pasaré 100 días en tu balcón, sin comer ni beber nada, expuesta a la lluvia, al sereno, al sol y al frío de la noche. Si puedo soportar estos 100 días, entonces me convertirás en tu esposa. Seguir leyendo

«En el país de los cuentos había una vez un pequeño duende. Un duende muy travieso que siempre andaba riendo y saltando de un lado para otro…

Vivía en una casita toda rodeada de montañas. A su lado, un pequeño río que discurría placidamente por la falda de la ladera describiendo un paisaje difícil de imaginar.

Lo que mas gustaba al duendecillo era ver como cada mañana, con los primeros rayos de sol, todas las flores de su jardín iban abriendo una por una sus hojas…..   Uno de aquellos días, como muchos otros, salió a pasear a la montaña. Y caminando entre las rocas encontró una flor: Era una flor preciosa, nunca había visto otra de igual belleza. Le había cautivado tanto que pasó toda la tarde mirándola. Era maravilloso verla cuando se contorneaba cada vez que el viento acariciaba sus hojas. Seguir leyendo

Moisés Mendelssohn, el abuelo del famoso compositor alemán, distaba de ser un buen mozo. Además de una estatura bastante baja, tenía una giba grotesca.
Un dia visito a un comerciante en Hamburgo que tenía una hija encantadora llamada Frumtje. Moises se enamoro perdidamente de ella.

Pero Frumtje sintió rechazo por su aspecto deforme.

Cuando llego el momento de irse, Moises junto coraje y subió la escalera hasta el cuarto de la muchacha para aprovechar la última oportunidad de hablar con ella. Era una visión de belleza celestial, pero le produjo una gran tristeza por su negativa a mirarlo. Después de varios intentos por entablar conversación, Moises le pregunto con timidez:
– ¿CREES EN LOS CASAMIENTOS EN EL CIELO???
– Si – respondió ella, sin apartar los ojos del piso ¿Y tu?
– Si – respondió el. Sabes? En el cielo, cuando nace un varón, el señor anuncia con que chica se casará. Cuando yo nací, me indicaron quien sería mi futura esposa. Entonces el Señor agrego «Pero tu mujer será jorobada» En ese mismo instante grité
– oh Señor, una mujer jorobada seria una tragedia.. Por favor Señor. Dame la joroba a mi y hazla a ella hermosa!!!

Entonces, Frumtje lo miro a los ojos y fue sacudida por algún recuerdo profundo. Alargó el brazo para darle la mano a Mendelssohn y más adelante se convirtió en su esposa.

Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo, y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero, en definitiva, pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.

Dormiría poco y soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesenta segundo de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás se duermen, escucharía mientras los demás hablan, y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate…

Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando al descubierto no solamente mi cuerpo, sino mi alma.

Dios mío, si yo tuviera un corazón… Escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol. Seguir leyendo

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